No obstante, en literatura la palabra ‘serendipia’ designa aquellos textos que han adelantado acontecimientos sin que sus autores fueran, en principio, conscientes de sus dotes proféticas. Y no nos referimos a las llamadas ‘novelas de anticipación’, como podrían ser las de Julio Verne, Arthur C.Clarke o H.G.Wells, autores que de alguna forma supieron hacer prospectiva en los campos científicos objeto de sus obras, sino a vaticinios mucho más extraños. De igual modo, la expresión ‘serendipia literaria’ tampoco hace alusión a las intuiciones que ciertos autores hicieron sobre sus propias vidas, como ejemplifica el caso de aquel Mark Twain
Algunas serendipias de este tipo son obra de los siguientes escritores:
- Jonathan Swift nació en Dublín, el 30 de noviembre de 1667. El irlandés, de quien se ha dicho que era un iniciado en asuntos esotéricos, consiguió la gloria literaria con ‘Los viajes de Gulliver’, una novela que, del mismo modo que ocurre con el resto de su obra, podría contener alguna suerte de ‘código romano’ que revelaría mensajes ocultos dentro del texto central siempre y cuando se leyera saltándose determinado número de letras. Sin embargo, lo que más interés ha despertado entre los ‘conspiranoides’ es la parte en que se habla de dos estrellas menores, que orbitarían alrededor de Marte, a las que el autor bautizó como ‘Miedo’ y ‘Terror’ y a las que describe de un modo muy similar a lo que, 156 años después, descubrirían los telescopios al divisar las dos lunas que realmente orbitan Marte, llamadas a partir de entonces ‘Fobos’ y ‘Deimos’ (el equivalente griego a los nombres dados por Switf0. Pese a todas las especulaciones que esta suerte de premonición han provocado entre astrónomos del mundo entero, nadie ha elaborado una teoría fiable sobre cómo supo el irlandés de la existencia de dos satélites en aquel tiempo imposibles de detectar.
- Edgar Allan Poe. Este escritor estadounidense, nació en Boston el 19 de enero de 1809. En 1850 escribe Las aventuras de Arthur Gordon Pym. Este relato es la historia de un naufragio próximo a las islas Malvinas. En esta pericia solamente sobreviven en una balsa cuatro personas. Desesperados por el hambre, echan a suertes quien será la víctima que les servirá de alimento. Pierde un grumete llamado Richard Parker. En 1884, una goleta británica naufraga cerca de las islas Sandwich del Sur. Hay cuatro supervivientes. Como si la realidad estuviese imitando a la ficción del modo más macabro, también echan a suertes quien deberá morir para que los demás sobrevivan. El desdichado, es un grumete llamado… Richard Parker.
- Mark Twain pasó los últimos días de su vida repitiendo eso de ‘yo nací con el cometa y me iré con él’, y murió el 21 de abril de 1910, justo cuando el Halley surcaba nuestro cielo.
- Morgan Robertson, un marinero venido a escritor que publicó ‘Futility’ en 1898. Al principio, esta novelucha pasó desapercibida a ojos del gran público, pero su autor, que siempre gozó de cierta fama de visionario entre sus colegas, alcanzó cierto renombre cuando, 14 años después, se hundió el Titanic. Y es que ‘Futility’ versaba sobre un buque de enormes proporciones bautizado como Titán que, cómo no, se hundía al chocar contra un iceberg en el Atlántico Norte. Pero no quedan ahí las coincidencias: tanto el barco imaginado como el real estaban propulsados por tres hélices, zarpaban del puerto de Southhampton, se fueron a pique en el mes de abril, estaban capitaneados por un hombre de apellido Smith, y fueron calificados de ‘inhundibles’ por sus creadores. El resto de datos imaginados por Robertson tampoco distaban tanto de la realidad: el Titán pesaba 75.000 toneladas (frente a las 66.000 del Titanic), tenía una eslora de 243 metros (268), transportaba a 2.177 pasajeros (2.277), llevaba 24 botes salvavidas (20), navegaba a una velocidad de 25 nudos (23) en el momento del impacto... De cualquier modo, investigaciones posteriores han demostrado que ‘Futility’ fue reimpresa en 1912, siendo introducidos algunos cambios para aumentar el número de coincidencias.
- También es interesante resaltar que Morgan Robertson escribió posteriormente la novela ‘Beyong the Spectrum’ (‘Más allá del espectro’), en la que describía una guerra del futuro en la que los aviones lanzaban lo que el autor llamó ‘bombas soles’, las cuales explotaban creando una luminosidad cegadora. Cuando el ex marinero publicó este libro, los aviones apenas podían sostenerse en el aire y nadie los imaginaba como instrumentos bélicos. Del mismo modo, las bombas atómicas ni siquiera eran dignas de la menor de las especulaciones. Además, la guerra de la que Robertson hablaba en ese libro comenzaba un mes de diciembre (como habría de ocurrir con la II Guerra Mundial) con un ataque sorpresa de los japoneses sobre Pearl Harbour.
- El norteamericano Lester del Rey, nombre abreviado de Ramón Felipe San Juan Mario Silvo Enrico Smith Heartcourt-Brace Sierra y Álvarez del Rey y de los Uerdes, un escritor sin éxito que en 1954 publicó ‘Viaje a la Luna’, novela en la que imaginaba que la nave espacial Apolón aterrizaba en la Luna y que el comandante Amstrom ponía el primer pie humano sobre dicho satélite. He aquí un extracto del principio de la novela: ‘La nave Apolón se posó en la superficie de la Luna. Tras varios pequeños brincos pudo estabilizarse. Se abrió su rampa y por ella descendió el comandante Armstrong para pisar por primera vez el suelo de ese mundo desconocido’. Se dice que, cuando el auténtico comandante Neil Amstrong hubo terminado de leer aquella novela barata, se limitó a encoger los hombros. Evidentemente, Lester del Rey jamás explicó cómo había adivinado el nombre del astronauta, ni tampoco cómo se había aproximado tanto al de ‘Apolo’.
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